Los últimos estudios sobre el uso que los niños y adolescentes hacen de Internet ha despertado cierta preocupación entre los pediatras españoles, hasta el punto que su asociación nacional ha emitido recientemente una serie de consejos o recomendaciones sobre la manera en que los adultos pueden controlar la navegación en la red de los más pequeños y que a continuación reproducimos:
Dejar que el niño o el joven navegue en Internet sólo si está en casa acompañado de una persona adulta.
No poner el ordenador en la habitación del niño y, en cualquier caso, situar la pantalla de forma que esté visible para la persona que entra o está en la habitación.
Ser capaz de manejar el ordenador al menos al mismo nivel que el niño, de forma que éste sea consciente de que se tiene capacidad para poder controlarlo.
Utilizar todos los sistemas de protección actualmente disponibles para evitar el acceso a sitios no aprobados para menores
Hablar habitualmente con el niño sobre la navegación en Internet, tratando de tener información respecto a lo que se ve y consulta y procurando poner de manifiesto eventuales reticencias.
Enseñar al niño que cuando se conecta a un “chat” no debe facilitar ni pedir direcciones, números de teléfono o cualquier tipo de información que pudiera identificarle. Es necesario dejar claro, aunque sin alarmarle, los riesgos que pueden derivarse de “chatear” con desconocidos.
Evitar que el niño se conecte a Internet (particularmente en el “chat”) durante la noche.
Alertarlo de que debe avisar a sus padres siempre que algún “amigo del chat” insista en solicitarle informaciones o hábitos personales o de su familia.
Navegar y “chatear” algunas veces junto al niño para inducirlo a una mayor confianza con los padres respecto a los contenidos de sus conversaciones en la red.
En la medida de lo posible, tratar de evitar que el niño tenga su propia dirección de correo electrónico y de la cual sólo él conozca la clave de acceso.
Construir junto al niño una serie de reglas consensuadas para navegar en Internet, sin querer imponérselas.
Parece lógico pensar que un uso racional y moderado de estas nuevas tecnologías podría evitar la aparición de estas adicciones. El problema surge cuando lo que debería ser un medio o un instrumento (Internet, teléfono móvil) se transforma en objetivo en sí mismo. El abuso que de estas tecnologías hacen algunas personas, como sucedáneas de otras actividades, genera mecanismos de dependencia e incluso síndrome de abstinencia, parecidos a los que producen las sustancias psicoactivas.
En los casos de verdaderas adicciones a Internet u otras nuevas tecnologías podrá ser necesaria la intervención del equipo de salud mental (psicólogo, psiquiatra) especializado en estos trastornos.