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Por qué los probióticos son aliados de la salud y cómo actúan en el organismo.
2/1/2020

Para tener una microbiota saludable, los niños mayores y adultos cuentan con los probióticos y prebióticos. Qué son y en qué alimentos se encuentran. 

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Ciudad de Buenos Aires (Argentina).- Se tiene tan incorporada una connotación negativa respecto de los microorganismos con los que se convive que resulta difícil reconocerles el papel que algunos de ellos cumplen en el organismo.

“Hace unos años salíamos de un curso sobre microbiota y prematurez cuando una colega contó que su hermana, radicada en Canadá, era una gran conocedora del tema, pese a ser arquitecta. Nos sorprendió su comentario porque en la Argentina apenas se empezaba a hablar de la microbiota”, comienza a contar la médica Victoria Cavoti, es patóloga con formación perinatal de una maternidad pública y dos sanatorios de alta complejidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tiene un posgrado en Salud Comunitaria y cuenta con experiencia en gestión de salud en el Ministerio de Salud de la Nación.
 
“En el supermercado de su barrio compraba probióticos en forma de jugos de fruta, yogures y avena porque el pediatra se los recomendaba para la salud intestinal y para evitar que se enfermara su hijo de 3 años. La microbiota sana y robusta es sinónimo de salud y bienestar, y los probióticos sin duda son aliados porque ofrecen múltiples beneficios. Es algo que se viene investigando y estudiando hace muchos años”, siguió con la anécdota que le dio pie para caracterizar a la microbiota.
 
"La microbiota sana y robusta es sinónimo de salud y bienestar, y los probióticos sin duda son aliados porque ofrecen múltiples beneficios. Es algo que se viene investigando y estudiando hace muchos años", aseguró Cavoti
 
Se trata de “ese ejército de miles y miles de bacterias que se encuentran en todo el tracto gastrointestinal, piel, tracto genital, tracto respiratorio y glándulas mamarias, tiene un rol fundamental en la salud física y mental. En el intestino se produce más del 90% de la serotonina, neurotransmisor del bienestar; por esta razón, entre otras, hace unos cuantos años es que al intestino se lo llama ‘segundo cerebro’”.
 
Las bacterias intestinales producen ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que tienen acción antiinflamatoria local, general y moduladora del sistema inmune, además de ser este ácido graso el combustible para renovar continuamente el epitelio intestinal. Una microbiota robusta y diversa brinda equilibrio a los sistemas digestivos, endocrinos, vasculares y metabólicos.
 
“El parto, el contacto piel con piel en las primeras horas del nacimiento del bebé, el calostro y la lactancia materna son factores fundamentales para la buena colonización del intestino, el establecimiento y la diversificación de la microbiota en los dos primeros años de vida”, explicó Cavoti.
 
Para tener una microbiota saludable, los niños mayores y adultos cuentan con la fibra de los alimentos, pero también con prebióticos y probióticos. Los prebióticos están presentes en algunas frutas, verduras y cereales, fundamentalmente de grano entero. También están disponibles como suplementos alimenticios y son sustancias que no se digieren a nivel de intestino delgado, sino que llegan al colon, donde son fermentadas selectivamente por bacterias benéficas que allí residen, como las bifidobacterias.
 
“Los prebióticos son un tipo de fibra alimentaria y su particularidad es que son fermentados exclusivamente por bacterias que tienen efectos benéficos. Consumir prebióticos es una forma de alimentar a las bacterias que viven en nuestro intestino, mientras que consumir probióticos es una forma de ingresar bacterias benéficas al intestino. Ambas estrategias son válidas para promover una mejor salud intestinal”, caracterizó Cavoti.
 
Qué son los probióticos
 
En términos simples, se puede decir que son bacterias o levaduras, aisladas, identificadas y estudiadas mediante ensayos en humanos, que cuando se consumen vivas o viables, van a ejercen un efecto benéfico sobre el consumidor. Este efecto benéfico debe haber sido estudiado mediante lo que se denominan ensayos clínicos de eficacia y publicados en revistas internacionales indexadas, de forma tal que puedan estar disponibles para la comunidad científica y avalar el efecto benéfico que dicen tener. No son efectos sobre la salud “anecdóticos”, sino “demostrados y verificables”.
 
El principal sitio de acción de los probióticos es el intestino, pero muchos también tienen efecto positivo en el sistema respiratorio, ya que la mucosa intestinal y la del tracto respiratorio, están interconectadas, por lo tanto, el efecto benéfico puede ‘iniciarse’ en el intestino, pero viajar e impactar positivamente en el árbol respiratorio.
 
Cómo actúan los probióticos
 
La acción de los probióticos tiene que ver con sus mecanismos de acción; es decir, de qué forma ejercen ese efecto benéfico. Estos pueden variar: pueden colonizar temporariamente el intestino y evitar la adhesión de patógenos; pueden producir in situ, es decir una vez llegados al intestino, compuestos con acción antimicrobiana contra patógenos; pueden ayudar a digerir mejor a los alimentos; o bien pueden estimular la respuesta inmune y, por lo tanto, aumentar las defensas intestinales y del árbol respiratorio.
 
Un mundo de microorganismos al alcance de la mano
 
En Argentina, la manera más segura, simple, saludable y eficaz para incorporar probióticos sigue siendo a través del consumo regular de yogures con probióticos. Los yogures con probióticos pueden ser reconocidos por el consumidor por el rótulo “Con probióticos” o palabras como “Lactobacillus”, “Bifidobacterium” o “Lactobacillus casei”.
 
Para que un alimento tenga el rótulo “con probióticos” se somete a un riguroso análisis por parte de expertos del Instituto Nacional  de Alimentos (INAL), que depende de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).
 
“Este alimento debe cumplir con tres requisitos: identificación microbiológica del microorganismo, el microorganismo identificado debe estar viable y en alto número y debe poseer estudios clínicos de eficacia que demuestren su beneficio para la salud. Esta rigurosidad cualitativa, cuantitativa y de evidencia científica diferencia a los probióticos de alimentos fermentados como el kéfir, la kombucha o el kimchi”, explicó Cavoti.
 
Los probióticos más estudiados provienen de especies como Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus casei, Lactobacillus reuteri y Bifidobacterium lactis.
 
Argentina cuenta con yogures con probióticos hace más de 20 años. Si se piensa en la variedad de probióticos que se comercializan en otros países como Canada, Alemania, Francia, España y China (jugos, licuados, avenas), se puede decir que el mercado argentino es joven. Seguramente la evidencia científica de nuevos aportes de los probióticos, junto con las exigencias de los profesionales de la salud y de los consumidores -que están cada vez más informados- será el motor para promover el consumo y la relevancia de estas bacterias benéficas.
 
Alimento fermentado no es sinónimo de probiótico
 
Gabriel Vinderola es doctor en Química de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe), investigador Principal del CONICET en el Instituto de Lactología Industrial (UNL-CONICET) y profesor Asociado de la Cátedra de Microbiología de la Facultad de Ingeniería Química (UNL). Con 25 años de trabajo en el área de bacterias lácticas, alimentos fermentados, probióticos y microbiota intestinal y más de 100 artículos científicos y capítulos de libros publicados en estos temas, es palabra más que autorizada.
 
Vinderola dice que “hay una tendencia generalizada de intercambiar las palabras ‘alimentos fermentados’ y ‘probióticos’. No son sinónimos. Un alimento fermentado puede ser probiótico, y un probiótico puede, o no, ser parte de un alimento fermentado. Los fermentados son alimentos que fueron transformados por la acción de microorganismos. En la mayoría de los casos, la fermentación hace que el alimento sea más nutritivo (mejor biodisponibilidad de algunos nutrientes), más sabroso o más estable y seguro microbiológicamente. La fermentación es una práctica milenaria de conservación de alimentos con la ayuda de ciertas bacterias u hongos”.
 
“En el caso del yogur, que proviene de la fermentación de la leche, si se le agregan probióticos, podemos decir que ese alimento fermentado es probiótico. Pero existen casos de otros alimentos fermentados como el kéfir, la kombucha o el kimchi (mezcla de vegetales fermentados muy popular en Corea, por ejemplo) que poseen una composición microbiológica no totalmente conocida y que además va variando lentamente a lo largo de los subcultivos o de la producción sucesiva cuando se emplean una y otra vez los nódulos de kéfir, por ejemplo”, explicó Vinderola.
 
Puntualizando sobre este alimento, el doctor aseguró que “esta variabilidad microbiológica hace que no se pueda tener certeza de la identidad y estabilidad de las distintas bacterias y levaduras, y por lo tanto sobre sus potenciales efectos benéficos. Esto no quiere decir que el kéfir no tenga efectos benéficos, tiene muchísimos, pero no entra dentro de la categoría de probióticos para nuestro Código Alimentario Argentino ni para los estándares internacionales, como el establecido en 2002 por la Organización Mundial de la Salud, quien acuñó la definición de probióticos”
 
“El kefir es una comunidad microbiana compleja y dinámica, que se mantiene relativamente estable y segura si se la maneja apropiadamente. Si alguien decide comenzar a producir y consumir kéfir, es importante que alguien de su conocimiento y confianza le done los gránulos o nódulos y le enseñe a hacerlo, es decir, que el producto tenga un historial empírico de consumo seguro: sé quien me lo dio, sé que lo produce y consume sin haber registrado efectos adversos. Lo que no debería suceder es comprar kefires envasados que están disponibles en locales sin cadena de frío, en envases cuya sanidad se desconoce, sin lo que se denomina RNE y RNPA, que son códigos sanitarios que permiten identificar el lugar y las condiciones sanitarias donde se produjeron”, afirmó.
 
“En el caso del yogur, que proviene de la fermentación de la leche, si se le agregan probióticos, podemos decir que ese alimento fermentado es probiótico", dijo Vinderola
 
“El kéfir producido y consumido en casa, hecho a partir de gránulos de personas conocidas que lo vienen consumiendo, por lo general no reviste riesgos microbiológicos. Lo casero o artesanal debe ser producido y consumido en la pequeña escala, es decir, en el ámbito hogareño, donde conocemos y podemos controlar las variables ambientales para que el kéfir siga siendo un producto de consumo seguro”, detalló Vinderola.
 
Para cerrar, el doctor Vinderola afirmó: “Podemos beneficiarnos tanto de los alimentos fermentados como de los probióticos, pero es necesario entender las diferencias entre ellos, y así conocer sus potencialidades pero también sus limitaciones. Podemos incorporar alimentos fermentados a nuestra dieta como una forma de incorporar bacterias benéficas a nuestro tracto gastrointestinal con efectos benéficos descriptos para productos similares. Pero en el caso de los probióticos, además de poder cumplir con efectos similares a los alimentos fermentados (por un concepto denominado ‘mecanismos compartidos’), además de sus potenciales efectos generales, el efecto benéfico específico para los probióticos ha sido descripto para la cepa en particular que constituye ese probiótico, a través de un estudio de eficiacia publicados. Es así que tanto los profesionales de la salud, como los pediatras o gastroenterólogos, pueden hacer recomendaciones de uso en el caso de patologías específicas como diarreas asociadas a antibióticos, inflamación intestinal o cólicos infantiles, ya que para las mismas, las recomendaciones de probióticos se encuentran avaladas por estudios denominados ‘metaanálisis’, que son el máximo grado de evidencia científica que se puede encontrar”.
 


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